Me regalaron una
bicicleta. Me regalaron una bicicleta, dios mío, una bicicleta. La verdad es
que no pensé que me emocionara tanto pero la idea de poder moverme
independientemente sin tener que gastar en gasolina me parece sencillamente
genial. Claro, admitámoslo, la ciudad en la que vivo actualmente
(aproximadamente 300mil habitantes) no es la más grande del mundo, sobre todo
comparada con mi ciudad natal, que tiene como 10 millones. Pero no importa,
ayer me fui por primera vez, contentísima, a hacer compras con mi vecina y…
Oh. Oh por dios…
La verdad es que
no me esperaba cansarme tanto. Fue una experiencia linda porque comencé a hacer
deporte sin darme cuenta – los que me conozcan en persona sabrán que a la vista
está que no me muevo mucho más de lo mínimo indispensable, if you know what I
mean…
Pero ni cuenta me
di y llegué a mi casa con un cansancio muy placentero, tengo que decirlo. Claro
que la falta de práctica hizo que ahora tanto sentarme y pararme me duela y
creo que eso se quedará así como una semana. Pero no importa. Ahora tengo
bicicleta y hay muchas cosas divertidas por hacer con ella.
Por la
universidad hay un centro de atención donde puedes llevar tu bicicleta; no la
reparan por ti, sino que te enseñan a repararla, lo cual es genial. Una termina
toda engrasada y sucia y está agarrando llaves y tuercas y limpiando y… no sé.
Yo me siento un poco mecánica frustrada o ingeniera frustrada, así que tener la
oportunidad de enterarme de herramientas y utilizar tornillos y tuercas de vez
en cuando me gusta un poco. Lo descubrí la primera vez que fui con mi amiga, a
reparar sus neumáticos porque se le habían echado a perder. Estuvimos dos horas
desmantelando y re-mantelando (si eso existe) la bicicleta. Y creo que
difícilmente diría que alguna vez haya hecho algo que me haya entretenido más
en mi vida.
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