miércoles, 20 de junio de 2012

la bici nueva y el taller



Me regalaron una bicicleta. Me regalaron una bicicleta, dios mío, una bicicleta. La verdad es que no pensé que me emocionara tanto pero la idea de poder moverme independientemente sin tener que gastar en gasolina me parece sencillamente genial. Claro, admitámoslo, la ciudad en la que vivo actualmente (aproximadamente 300mil habitantes) no es la más grande del mundo, sobre todo comparada con mi ciudad natal, que tiene como 10 millones. Pero no importa, ayer me fui por primera vez, contentísima, a hacer compras con mi vecina y…

Oh. Oh por dios…

La verdad es que no me esperaba cansarme tanto. Fue una experiencia linda porque comencé a hacer deporte sin darme cuenta – los que me conozcan en persona sabrán que a la vista está que no me muevo mucho más de lo mínimo indispensable, if you know what I mean…

Pero ni cuenta me di y llegué a mi casa con un cansancio muy placentero, tengo que decirlo. Claro que la falta de práctica hizo que ahora tanto sentarme y pararme me duela y creo que eso se quedará así como una semana. Pero no importa. Ahora tengo bicicleta y hay muchas cosas divertidas por hacer con ella.
Por la universidad hay un centro de atención donde puedes llevar tu bicicleta; no la reparan por ti, sino que te enseñan a repararla, lo cual es genial. Una termina toda engrasada y sucia y está agarrando llaves y tuercas y limpiando y… no sé. Yo me siento un poco mecánica frustrada o ingeniera frustrada, así que tener la oportunidad de enterarme de herramientas y utilizar tornillos y tuercas de vez en cuando me gusta un poco. Lo descubrí la primera vez que fui con mi amiga, a reparar sus neumáticos porque se le habían echado a perder. Estuvimos dos horas desmantelando y re-mantelando (si eso existe) la bicicleta. Y creo que difícilmente diría que alguna vez haya hecho algo que me haya entretenido más en mi vida.